Skinner condicionamiento operante

Skinner condicionamiento operante

Retroalimentación

Si un perro hace caca en la alfombra, podemos premiarlo o castigarlo. Dado que tanto el refuerzo como el castigo pueden añadirse o quitarse, tenemos cuatro formas posibles de enseñar una lección al perro. El condicionamiento operante se hizo famoso gracias al trabajo de B. F. Skinner y posteriormente se convirtió en la base de la terapia conductual, los ejercicios militares y el adiestramiento de animales.  Hoy en día, el trabajo de Skinner es más relevante que nunca. Desde que demostró que el momento y el horario del refuerzo pueden crear un patrón de respuesta adictivo, muchas empresas tecnológicas, casinos y otros recurren a su cuerpo de investigación para encontrar formas de crear productos de consumo adictivos.
El condicionamiento operante se basa en la idea de que podemos aumentar o disminuir un determinado comportamiento añadiendo una consecuencia. Por ejemplo, si un perro hace caca en la alfombra, podemos proporcionarle un refuerzo para que vuelva a hacerlo o un castigo para que deje de hacerlo. Tanto el refuerzo como el castigo pueden ser positivos o negativos, lo que significa que tenemos cuatro formas posibles de dar una lección a este perro. Podemos dibujar las cuatro opciones en una tabla:

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El condicionamiento operante (también llamado condicionamiento instrumental) es un tipo de proceso de aprendizaje asociativo a través del cual se modifica la fuerza de una conducta mediante el refuerzo o el castigo. También es un procedimiento que se utiliza para provocar dicho aprendizaje.
Aunque tanto el condicionamiento operante como el clásico implican conductas controladas por estímulos ambientales, difieren en su naturaleza. En el condicionamiento operante, el comportamiento es controlado por estímulos externos. Por ejemplo, un niño puede aprender a abrir una caja para coger los dulces que hay dentro, o aprender a evitar tocar una estufa caliente; en términos operantes, la caja y la estufa son “estímulos discriminativos”. Se dice que el comportamiento operante es “voluntario”. Las respuestas están bajo el control del organismo y son operantes. Por ejemplo, el niño puede elegir entre abrir la caja o acariciar un cachorro.
Por el contrario, el condicionamiento clásico implica un comportamiento involuntario basado en el emparejamiento de estímulos con eventos biológicamente significativos. Las respuestas están bajo el control de algún estímulo porque son reflejos, provocados automáticamente por los estímulos adecuados. Por ejemplo, la visión de unos dulces puede hacer que un niño salive, o el sonido de un portazo puede ser la señal de un padre enfadado, lo que hace que el niño tiemble. La salivación y el temblor no son operantes; no son reforzados por sus consecuencias y no son “elegidos” voluntariamente.

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Condicionamiento clásico y operante…

El condicionamiento operante (también llamado condicionamiento instrumental) es un tipo de proceso de aprendizaje asociativo a través del cual se modifica la fuerza de una conducta mediante el refuerzo o el castigo. También es un procedimiento que se utiliza para provocar dicho aprendizaje.
Aunque tanto el condicionamiento operante como el clásico implican conductas controladas por estímulos ambientales, difieren en su naturaleza. En el condicionamiento operante, el comportamiento es controlado por estímulos externos. Por ejemplo, un niño puede aprender a abrir una caja para coger los dulces que hay dentro, o aprender a evitar tocar una estufa caliente; en términos operantes, la caja y la estufa son “estímulos discriminativos”. Se dice que el comportamiento operante es “voluntario”. Las respuestas están bajo el control del organismo y son operantes. Por ejemplo, el niño puede elegir entre abrir la caja o acariciar un cachorro.
Por el contrario, el condicionamiento clásico implica un comportamiento involuntario basado en el emparejamiento de estímulos con eventos biológicamente significativos. Las respuestas están bajo el control de algún estímulo porque son reflejos, provocados automáticamente por los estímulos adecuados. Por ejemplo, la visión de unos dulces puede hacer que un niño salive, o el sonido de un portazo puede ser la señal de un padre enfadado, lo que hace que el niño tiemble. La salivación y el temblor no son operantes; no son reforzados por sus consecuencias y no son “elegidos” voluntariamente.

Teoría del aprendizaje social

El psicólogo B.F. Skinner vio que el condicionamiento clásico se limita a las conductas existentes que se eligen de forma refleja, y no da cuenta de las nuevas conductas, como montar en bicicleta[1]. Skinner creía que el comportamiento está motivado por las consecuencias que recibimos por el comportamiento: refuerzos y castigos.    Su idea de que el aprendizaje es el resultado de las consecuencias se basa en la ley del efecto, que fue propuesta por primera vez por el psicólogo Edward Thorndike.    Según la ley del efecto, es más probable que se repitan los comportamientos que van seguidos de consecuencias satisfactorias para el organismo, y es menos probable que se repitan los comportamientos que van seguidos de consecuencias desagradables[2].    Si un organismo hace algo que no produce el resultado deseado, es menos probable que lo vuelva a hacer.    Un ejemplo de la ley del efecto es el empleo. Una de las razones (y a menudo la principal) por las que acudimos al trabajo es porque nos pagan por ello.    Si dejamos de cobrar, es probable que dejemos de ir, aunque nos guste nuestro trabajo.

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